19 metros de hilo

Por Clara Grima, el 1 abril, 2012. Categoría(s): Mateaventuras

—Si se llega a romper el hilo… ¡qué miedo, Sal!

—Bueno, Ven, es una leyenda mitológica, no es verdad.

—Ya, pero si se llega a romper el hilo…

—Bueno, no pasa nada. Si Teseo consigue derrotar al Minotauro, no tiene tanta prisa por salir.

—Claro, qué fácil lo ves todo, gafotas ¿Y si no consigue salir nunca del laberinto? ¿Y si tiene hambre? ¿Y si se hace de noche?

—Tarde o temprano saldría del laberinto…creo.

—Nunca más entraré en un laberinto, Sal.

— Pero, ¿qué les pasa a estos chicos que están tan serios? —Mati acababa de entrar.

—Hola, Mati —dijo Sal aún preocupado.

—Hola, Mati. Estamos leyendo la leyenda de Teseo y el laberinto y nos da mucho yuyu.

¿Yuyu, Ven? Pero si es sólo eso, una leyenda. ¿Por qué te va a dar yuyu? -contestó la pelirroja.

—Porque si se le rompe el hilo que le dio Ariadna, nunca saldrá del laberinto —contestó el pequeño Ven.

—En ese caso, os enseñaré alguna técnica más segura para salir siempre, y que no penda de un hilo —dijo Mati a la vez que les guiñaba un ojo.

Los niños se sentaron rápidamente en el suelo. Comenzaba la diversión.

—¿Sabéis? Cuando yo era pequeña —empezó a contarles Mati —en las fiestas de mi pueblo, una de mis atracciones favoritas era el laberinto de espejos.

—Con espejos, ¡cómo mola! —interrumpió el pequeño Ven.

—Sí, pero mareaba aún más. Bueno, pues para no perderme dentro del laberinto, lo que hacía es entrar con una mano, por ejemplo la izquierda, pegada a la pared y no separarla nunca durante el recorrido. Así siempre salía, porque la entrada y la salida, si es diferente, siempre están en esa parte del muro del laberinto.

—¿Y si no funciona, Mati? —preguntó el gafotas.

—Siempre funciona, Sal ¿Queréis que lo veamos con un ejemplo?

—¡Sí! —contestaron al unísono.

—Vamos a hacerlo en este laberinto. Entramos con la mano izquierda pegada a la pared, y con este marcador amarillo, vamos a ir dibujando el recorrido.

—El truco consiste en no despegar nunca la mano izquierda de la pared —les dijo la gafotas.

—Uy, yo no me fío… —Ven seguía con su carita de asustado.

—¿Me dejas el marcador, por favor, Mati? —preguntó Sal.

—Claro que sí, toma.

Sal cogió el marcador amarillo y continuó dibujando la ruta dentro del laberinto como si llevase su mano izquierda siempre pegada a la pared.

—Sal, ¿me dejas un poco a mí?

—Toma, un poco cada uno, ¿vale?

Los do hermanos se pusieron manos a la obra hasta completar el recorrido dentro del laberinto propuesto por Mati.

—¡Toma, toma, toma! ¡Cómo mola! ¡Y sin hilo ni nada! —los ojos de Ven se encendieron de alegría y tranquilidad.

—Pero este método no le hubiera servido a Teseo en el laberinto de Dédalo —dijo el gafotas muy serio.

—¿Por qué no, Sal? —preguntó su hermano, reprimiendo un poco su alegría.

—Porque no visita todas las estancias del laberinto ¿Qué pasa si el Minotauro está en esta sala de aquí? —Sal pintó una cruz roja sobre el plano del laberinto —Teseo no habría encontrado a la bestia y no habría podido derrotarlo, Ven.

—Toma, pues es verdad… Da igual, seguro que el Minotauro sí que encontraría al pobre Teseo…—La carita de Ven volvió a perder color.

—Sal tiene razón —intervino Mati —Este método sólo nos asegura poder hacer un recorrido por el laberinto sabiendo que encontraremos la salida, sin necesidad de hilo. Pero no asegura, en ningún caso, que pasemos por todas las salas o estancias del laberinto. Habrá que pensar otro método, ¿no os parece?

—Por favor, Mati, ¿nos lo cuentas?

—Con mucho gusto —respondió la pelirroja a la vez que hacía una cómica reverencia.

Ven abrazó fuertemente a Gauss, más de lo que le hubiese gustado a su mascota.

—Para ello vamos a entrar en el laberinto…

—Tú siempre con nosotros, ¿verdad, Mati?

—Claro, Ven, vamos los cuatro juntos. Como os decía vamos a entrar en el laberinto con unos rotuladores para ir dejando marcas, como una especie de hilo de Ariadna, pero que no se puede romper.

—¡Mucho mejor!

—Calla, Ven, no interrumpas a Mati…

—En realidad, lo que vamos a hacer es usar un técnica, conocida como búsqueda en profundidad. Podemos imaginar que en cada sala ponemos un punto, y pintamos, mentalmente, una línea uniendo entre sí a aquellos puntos que corresponden a salas que están unidas entre sí, que se puede pasar de una a otra. Lo que haremos es una búsqueda en profundidad en ese dibujo…

—No lo entiendo, Mati —reconoció Ven.

—Ni yo —añadió su hermano.

—Bueno, os cuento el método y ya veréis qué sencillito es. Comenzamos en la sala de entrada. En cada sala nueva que visitemos vamos a pintar un círculo amarillo, para indicar que ya hemos estado ahí…

—Mejor ponemos un gomet amarillo, ¿no?

—Bueno, como quieras, Ven —Mati le alborotó el pelo al pequeño —Y pondremos una flecha amarilla que indicara hacia donde vamos a movernos, y una flecha verde indicando de dónde hemos venido, ¿me explico?

—¡Perfectamente! —contestó Sal ávido por conocer lo que Mati estaba a punto de explicarles.

—Empezamos en la sala de entrada, pintamos un punto amarillo…

—O ponemos un gomet amarillo… —interrumpió el pequeño.

—Y elegimos una sala hacia la que movernos. Si tenemos más de una elección posible, vamos a escoger siempre, por ejemplo, la que esté más a la derecha, como en esta figura.

—Cuando llegamos a la siguiente sala, hacemos lo mismo. Círculo amarillo, flecha verde indicando desde donde venimos y flecha amarilla indicando hacia donde vamos, lo más a la derecha que podamos.

—Y otra vez hacemos lo mismo en la siguiente sala…

— ¿Qué hacemos en la siguiente sala, Mati? No podemos seguir por ningún lado —preguntó Ven.

—Cuando eso ocurra, bien porque no hay más que un camino de salida de esa sala, o bien porque la única posibilidad es pasar a una sala ya visitada, que tendrá su círculo amarillo, pintamos un círculo morado en esa sala y, después de haberla visitado, volvemos a la sala de la que veníamos.

—¿Qué hacemos ahora, Mati? —preguntó Sal.

—Desde este punto amarillo, ¿podemos ir a otra sala que no sea la morada y que no sea amarilla tampoco?

—¡Sí! —contestó Ven —a la que está más abajo.

—Muy bien, vamos para allá y pintamos nuestro círculos y nuestras flechitas —dijo la pelirroja.

—¿Puedo pintarlo yo, Mati? —preguntó Sal.

—Claro, cielo.

—¡Ahora yo, Mati! ¡Que la que viene es otra morada! —El pequeño Ven estaba emocionado.

—Muy bien, Ven —dijo Mati orgullosa — Entonces volvemos al amarillo del que veníamos y vemos si podemos ir a otro lado.

—¡Sí!Hacia la derecha —contestó el gafotas.

—Bueno, bueno, bueno…Parece que mis chicos van a encontrar al Minotauro…

—No digas eso,Mati, que me asusto…

—Ops, perdona, Ven. Os dejo seguir a vosotros…

Al cabo de unos minutos, Sal preguntó:

—¿Vamos bien, Mati?

—¿Bien, dices? ¡Lo estáis haciendo genial!

—¡Somos unos cracks! —dijo Ven con vehemencia.

—Vamos a terminarlo, Ven, que nos queda poco.

Los niños siguieron dibujando en el laberinto como Mati les había explicado, colocando un círculo amarillo en cada nueva sala, una flecha verde indicando de qué sala venían y otra amarilla indicando hacía dónde se iban a mover. Cuando no había posibilidad de moverse a otra sala que no hubiese sido ya visitada, cambiaban el círculo amarillo por uno morado y se iban a la siguiente según la dirección de la flecha verde.

—¡Ya está, Mati! —gritó el pequeño.

—¡Perfecto, mis Teseos! No os habéis dejado ni una sala sin mirar —dijo Mati orgullosa.

—Pero es un poco lío, ¿no crees? —protestó el pequeño.

—Vamos a dibujar una línea que siga el recorrido que habéis hecho para ver si lo veis mejor.

—¡Toma, toma, toma! ¡Qué chulo, Mati! ¡Me encanta! —Ven saltaba alrededor de Mati y su hermano.

—Sí, la verdad es que me gusta mucho a mí también, Mati —reconoció Sal satisfecho.

—Este método sí que asegura que Teseo encontrará el Minotauro, cosa que el uso del hilo de su amada Ariadna no podía asegurar.

—Pobre, Minotauro…—dijo Ven con pena —Todos estaban contra él, a lo mejor no era tan malo, a lo mejor sólo atacaba a los que entraban porque él también estaba asustado…

—No te pongas así de triste, Ven, es una leyenda —dijo su hermano mientras le pasaba un brazo sobre los hombros.

—Efectivamente. Sal tiene razón, Ven, es sólo una leyenda. ¿Sabéis qué? Se me apetece de pronto pasear por un laberinto, ¿nos vamos al jardín del Alcázar?

—¡Sí! Con nuestro método, no nos perderemos y veremos todo el laberinto —contestó el gafotas muy contento.

—Sí, claro, pero como vamos a pintar en los arbustos, no se pueden pegar los gomets…—respondió Ven preocupado —Yo me voy a llevar el hilo por si acaso… Por cierto, ¿habéis visto la madeja que me dio la abuela para jugar a los indios?

FIN

“—¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo —El minotauro apenas se defendió.” J.L.Borges



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Por Clara Grima, publicado el 1 abril, 2012
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