—¡Hala! ¡Lo que faltaba! —protestó Sal –Por aquí no podremos pasar.
—¡Jo! Nunca llegaremos a casa de Lucas –añadió el pequeño compungido –. Estará triste y nervioso esperándonos.
—Grrrrrrrrrrrrrrrrr –gruñó Gauss al que los penitentes le daban un poco de mal rollo.
—Tranquilo, chicos –dijo Mati tratando de calmar los ánimos –. Iremos por una ruta alternativa. Llamaremos a Lucas para decirle que llegaremos un poco tarde.
—Joooooooooo, estoy cansado de andar, Mati –volvió a quejarse Ven –. Me duelen los pies.
—Ánimo, Ven –respondió ella –. Llegaremos pronto.
Mati consultó en el mapa y dijo:
—Iremos por la calle de Cauchy, es un rodeo, pero no nos encontraremos más procesiones y podremos pasar.
—¿Por la calle Cauchy? —dijo Sal extrañado –Por ahí está muy lejos, Mati.
—Bueno –dijo ella –, calculo que por Cauchy tendremos que caminar unos 1000 metros. Sí, es largo, pero vosotros sois unos grandes deportistas…
—¡Hala! Dices 1000 metros para disimular, Mati –exclamó Ven muy enfadado –, pero eso es ¡un kilómetro!
—Sí, Ven, es 1 kilómetro –respondió su hermano –, pero una vez yo tuve que hacer un rodeo mucho mayor con una excursión del colegio, ¡de 3 kilómetros!
—En realidad –dijo la pelirroja mientras comenzaba a andar en dirección a la calle Cauchy –, los rodeos que debemos hacer en una ruta no se pueden comparar así, con los valores absolutos. No es riguroso.
—¿Qué quieres decir, Mati? —preguntó el gafotas echando a andar tras ella lleno de curiosidad.
—Lo que digo, Sal, es que no puedes afirmar que el rodeo que hiciste con el cole fuese mayor que el que tenemos que hacer hoy.
—¿Cómo que no, Mati? —siguió indagando Sal —¿Desde cuándo 3 kilómetros no es más largo que 1 kilómetro?
—Eso, eso, Mati –añadió el pequeño que los seguía arrastrado del pantalón por Gauss.
—No, chicos, no es eso –les contó –. Efectivamente, 3 kilómetros es más que 1 kilómetro, pero si lo que queremos es cuantificar qué rodeo fue más grande habría que conocer también cuáles eran las longitudes de las rutas directas en ambos casos, para comparar relativamente.
Los niños se quedaron muy serios, pero siguieron caminando con la gafotas porque querían saber a qué se refería su amiga.
—El camino directo a la casa de nuestro amigo Lucas –continuó ella –, si no estuviera cortada la calle con la procesión, tiene una longitud aproximada de 250 metros. Como el rodeo que estamos haciendo tiene una longitud de 1000 metros, podríamos decir que es un rodeo de dilación 4, el resultado de dividir la longitud del rodeo entre la longitud del camino directo.
—Eso es mucho, ¿no, Mati? —preguntó Sal.
—Pues sí, es un rodeo importante –confirmó ella –.Fijaos que es 4 veces mayor, y mirado en cuestión de porcentajes, el rodeo es un 400% del recorrido directo o, si queréis mirarlo al revés, el camino directo es un 25% del rodeo. Pero si queremos compararlo con el rodeo que dio Sal en su excursión, necesitamos saber cuál era la longitud del recorrido directo…
—Creo que eran unos 1300 metros, Mati –dijo el gafotas –, al menos, eso es lo que recuerdo.
—En ese caso –siguió ella –, la dilación de aquel rodeo fue de 2, 307.
—¿Ves, gafotas? —dijo de pronto Ven –¡Este rodeo es peorcísimo!
—Es bastante peor, sí –dijo ella –El rodeo hasta la casa de Lucas es un 173,38% del rodeo que dio Sal en su excursión o el rodeo de Sal fue un 57,67% del rodeo que tenemos que dar hoy.
—Jo, Mati –se quejó el pequeño –. No hables de porcentajes que no te entiendo.
—Te enseño, Ven –dijo ella –, es muy fácil. Si quieres saber qué tanto por ciento de 4 es 2,307, solo tienes que dividir 2,307 entre 4 y multiplicar por 100.
—Ahora bien –siguió Mati –, si quieres saber qué tanto por ciento de 2,307 es 4 , solo tienes que dividir 4 entre 2,307 y multiplicar por 100.
—Pues sí –aceptó Ven con una sonrisa –, es muy fácil.
—¿Sabéis? Ahora que hablamos de dilación en rutas –continuó la pelirroja –, una cosa que me llama mucho la atención es la dilación que algunas veces se obtienen al comparar rutas a pie con rutas en coche en las ciudades. Por ejemplo, en Sevilla. Supongamos que queremos ir desde el número 1 de la calle Alemanes al número 10 de la calle García Vinuesa caminando, solo tenéis que recorrer 41 metros, solo hay que cruzar la avenida de la Constitución
—Sin embargo, si queréis ir en coche… —Mati hizo una pausa dramática —tendréis que recorrer ¡¡6700 metros!!
—¡Toma, toma, toma! —exclamó el pequeño –Es increíble.
—Pero es verdad –dijo Mati con un guiño –. No estaría mal ordenar el tráfico teniendo en cuenta la dilación de las rutas no directas.
—Mati, ¿y si cortan una calle y no se puede llegar al sitio donde queremos ir? —preguntó el gafotas.
—Huy, qué pregunta tan interesante –dijo esta –, eso nos llevaría a hablar de conectividad de grafos y ordenación del tráfico. Pero eso os lo cuento otro día porque fijaos quién os está llamando desde el balcón…
—¡¡LUCAS!! —gritaron los niños.
—¡Guau, guuauuuauu, guaaaau!
El “rodeo” estaba situado al este, entre las casas de la zona baja y un generoso afluente del arroyo principal que bañaba la parte norte de la pequeña aldea, ambos ricos en juncos, adelfas, cañaverales, cardos, etc . Al sur se situaban los lavaderos, junto al pozo, rodeado de frondosa yerbabuena, ya bastardeada, que desprendía un olor muy intenso y agradable. Jugábamos entre los matorrales, normalmente a las guerras (parecíamos talibanes) y, cuando no, al fútbol. Ya más tarde, al anochecer, en plena calle principal, frente a la pequeña escuela, jugábamos “al pañolito”, juego donde se mezclan rapidez, regate, osadía, engaño…, mientras la niñas, incluida Mati, que era muy pequeña pero ya llevaba un libro de matemáticas bajo el brazo (“hasta el infinito y más allá”), miraban… ¡Niños, a cenar, que es muy tarde!. Ese “rodeo”, como la propia calle, también era y es infinito.
Excelente relato